Impreso/Jorge Hidalgo Lugo

MORELIA Mich., 23 de julio de 2020.-El desprecio a la vida humana que demuestra con su errático proceder Andrés Manuel López Obrador, no es todavía un elemento de peso que pueda inquietarle mayormente y por ello, prefiere dirigir sus pasos a otros terrenos alejados de la pandemia, los más de 40 mil muertos que suma y sus funestas consecuencias.

La prioridad, lo hemos dicho antes y lo ratificamos ahora, es robar la elección del año entrante y mantener el predominio en el Congreso federal para terminar de pavimentar el camino de la dictadura que ya delinea.

En este escenario, el dueño del circo mañanero va pisando fuerte y con los distractores que mantiene como tónica para alegrar a su feligresía, poco interés tiene en dimensionar si realmente los opositores crecen o se mantienen “moralmente derrotados” como alardea.

López Obrador apuesta al voto duro que mantendrá a través de sus programas clientelares como la base para arrebatar cualquier posibilidad de un cambio real en la configuración del poder tiránico que representa y, por el contrario, la apuesta a consolidar la ve cada vez más cercana.

Por ello no es de extrañar que ahora utilice el cebo que representa Emilio Lozoya para tener en su entorno las presas a cazar, literalmente apanicadas y sin atinar por dónde salir de lo que parece inminente: la cárcel y descrédito.

El ex director de Pemex, que es el nuevo pelele al que maneja a su antojo, ya ha servido para mandar esas señales a quienes considera deben mantenerse alejados de cualquier tentación por volver a figurar, siquiera alzar la voz o sumarse a quienes hoy son un volumen creciente de afectados y disidentes de la deformación de cuarta.

Este siniestro personaje que ha sabido vender muy bien la información que se presume atesora y usa como salvavidas, se puso al servicio de quien rige sus actos por el hígado dando en el blanco a sus obsesiones revanchistas y odio patológico contra quienes en el pasado reciente, lo cerraron el paso a cualquier posibilidad de alcanzar el poder.

Hoy que ya lo tiene en las manos, lo utiliza como instrumento de venganza y Emilio Lozoya le cayó “como anillo al dedo” para intentar detener la caída libre que registra en las preferencias. Ahora sale de cacería para volver a la engañifa de ser el paladín que recorre el país en busca de hacer justicia y llevar a la cárcel a los “saqueadores”, los corruptos y deshonestos que tiene enlistados para alimentar su pira mediática.

Así no debe extrañar que de delincuente extraditado, el otrora hombre cercano al primer círculo de Enrique Peña Nieto, haya pasado a testigo protegido y pronto lo veamos como nuevo “Cachirulo” en el teatro fantástico del bufón.

La información que atesora lo hace bajo estas circunstancias, quién lo dijera, un prohombre de la dictadura de ocurrencias en vez de un defraudador.

Dejó de ser, milagrosamente y al ser tocado por el dedo mesiánico, un exfuncionario dedicado al lavado de dinero y ligado al crimen organizado. Todo eso ya no importa, su pasado lo condena pero su presente, gracias a López Obrador, lo purifica.

Y con esos otros datos en su poder, ahora cuenta con herramientas para el chantaje y tener amordazados, domesticados, sumisos, a todos aquellos que hicieron negocios turbios al amparo del poder, se mostraron insaciables en alcanzar estadios de opulencia, riqueza mal habida hasta llevar una vida principesca, que hoy se revierte y los pone en el umbral de la prisión y la maledicencia popular.

Por eso y con mucha efectividad, los liderazgos de partidos tradicionales, los pocos senadores y diputados que aún hay en ridículas minorías, pero hay, dentro de las filas del PAN, PRI y Movimiento Ciudadano, hacen mutis y prefieren emprender las de Villadiego, con la consabida conseja de poner tierra de por medio y no provocar la ira del tirano.

Bajo esas condiciones palidece y cada vez se muestra más distante la posibilidad real de conformar un bloque opositor serio, formal, que aglutine a esos millones de mexicanos que se muestra como “indecisos” en todas las encuestas realizadas con los que seguramente perdería Morena y cualquiera de sus cartas a jugar en los puestos por disputarse en el 2021.

El nuevo Chachirulo en el teatro fantástico del bufón, no sólo hará trizas a sus ex patrones, sino a todo aquel que se le ocurra al de Macuspana, ya sea por consigna o con elementos probados para ser perseguidos, acorralados y quemados en leña verde en esa enorme pira mediática que hará el arrogante vecino del zócalo defeño.

La clase política tradicional hoy está domesticada, pero más aún, temerosa y acobardada. No quieren que se acuerden de ellos, no se atreven a sacar la cara, ni siquiera aparecer en eventos partidistas o proyectando algún cuadro así fuera para competir por la más humilde regiduría. Les aplauden y perdonan, sólo si se pronuncian a favor del proyecto tiránico de Morena, ahí son bienvenidos en el reciclaje de desechos tóxicos que impera.

López Obrador les va ganando la partida y, por desgracia, no se ve por dónde surjan los contrapesos que puedan descarrilar la locomotora que en su alocada e incontenible carrera, amenaza con arrasar a cualquiera que se le atraviese en el camino.

Mientras tanto al autócrata le seguirá importando un plátano tabasco la suerte de miles de mexicanos en peligro de muerte por la pandemia, los no menos lamentables casos de niños moribundo y los ya fallecidos por falta de atención médica y medicamentos con qué enfrentar el cáncer que los aqueja.

No le importa al dictador en ciernes que las mujeres sigan siendo estadística oprobiosa en el índice de feminicidios, como tampoco le quitan el sueño los retos que le lanzan desde el crimen organizado al exhibir su poderío y armamentos, en abierto y franco desafío al Estado que se presume, debe defender y hacer respetar.

Al que mal gobierna este país, le basta un simple amague verbal de “los voy a acusar con sus abuelitos” contra quienes los desafían desde la acera de los cárteles. Algo que contrasta mucho con la ira y marcada furia con que responde a intelectuales, médicos, periodistas, científicos, campesinos y víctimas del crimen organizado, entre otros, a quienes ataca sin piedad desde el púlpito mañanero.

A la disidencia todo el odio y rencor de su retórica. A los criminales, el timorato amague de “pórtense bien o los voy a acusar con su mamá”. De ese nivel el que mantiene firme su paso para destruir a México.

Y ahora cuenta con el pelele de Lozoya, instrumento de novedad, con qué llevar a cabo su nueva cacería de brujas.
Nada más, pero nada menos.
Vale…