Machismo presidencial “totalmente palacio” (de fierro)

Jorge Hidalgo Lugo

MORELIA, Mich., 10 de marzo de 2021.-Una demostración más del machismo presidencial que prevalece en México se vivió este 8 de marzo con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Y fue tal el pavor, el pánico que despertó en Andrés Manuel López Obrador la movilización, para que reacio al diálogo y en vez de tender puentes de comunicación con los grupos feministas, prefirió ordenar fuera amurallado Palacio Nacional

Así no sólo confirmó su misoginia, sino además dejó para la posteridad vergonzosa, la imagen de una sede protegida con barricadas de acero como símbolo de la cerrazón y nulo entendimiento ante una realidad que lacera al género, pero mancha por igual a la errática gestión gubernamental de éste que sigue siendo un Estado fallido en la más amplia acepción de la palabra.

Pretender justificar su evidente repudio a las mujeres en rebeldía con lances de victimización de ser gente manipulada por los enemigos de su (des)gobierno o aliadas a los neoliberales que quieren regresar a los privilegios que presuntamente ya les quitó, sólo muestran que López Obrador está peligrosamente convertido en un repetidor de sus argucias que poco a poco pierden espacio y credibilidad hasta en sus seguidores por conveniencia.

Obstinado, de personalidad intransigente y poseedor de la única e irrebatible verdad como se asume, lo mejor que le vino a la mente fue colocar esa ignominiosa barrera en torno a la que ha decidido sea su ostentosa residencia familiar, bajo la insultante argucia que era para cuidar a las manifestantes y dar testimonio de su deseo porque haya paz social por encima de cualquier provocación perversa que pretendan sembrar sus enemigos.

Esos enemigos siempre invocados pero cuyos nombres e identidad son secreto celosamente guardado en cajas de seguridad dentro de los muros de su lujoso domicilio particular.

Insultos a la inteligencia que son fielmente secundados por los domesticados personeros, servidumbre fiel que con indigno talante pretendieron dar sentido a lo ofensivo que resultó ver a López Obrador, ahora sí como nunca, convertido en un presidente “totalmente Palacio” (pero de fierro).

Su vocinglero oficioso salió al quite y creyendo que el sentido común e inteligencia ya no existe en México, publicó en sus redes sociales que el “cerco de Palacio Nacional es para proteger y no para reprimir; para cuidar el patrimonio de todos los mexicanos y evitar la confrontación. Es un muro de paz que garantiza la libertad y protege de provocaciones”.

Y con esa falsa premisa, todos los floreros y mascotas, incluidas mujeres enmudecidas que cobran en la nómina presidencial como parte del gabinete en todos los niveles, aplaudieron a rabiar la medida que puso a México en el ridículo mundial, pero sobre todo, y para su mal, corroboraron que la libertad de expresión y su ejercicio es un peligro latente para la presidencia imperial y por ello hay que combatirla a cómo de lugar.

Lejos de aminorar el fervor rebelde de las mujeres a las que al más puro estilo de su villano favorito, el eternamente “innombrable”, aplicó el clásico “ni las veo ni las oigo”. Así López Obrador se fue de gira el fin de semana y en la mañanera del lunes, objeto de la conmemoración, acusó que conservadores “se disfrazan de feministas” para lanzarse contra su gobierno.

Pero no sólo usó su clásico mohín de desagrado al despreciar la esencia del reclamo feminista, sino que además volvió a la engañifa al citar que en su (des)gobierno “no están en contra de las mujeres ni del movimiento feminista, estamos en contra del autoritarismo, de la hipocresía, de la corrupción y de las injusticias”.

Retórica que ya no impacta como lo hizo en su época de campaña pero que insiste en utilizar cada que se ve acorralado y para curarse en salud de lo que seguramente ya se tenía diseñado en el plan de defensa de su palacio, el que se ha adjudicado por capricho y satisfacer sus retorcidos anhelos de ser un tirano imperialista, ofreció que no habría represión ni usaría policía y ejército para reprimir a las manifestantes que horas después llegarían hasta la plancha del zócalo capitalino. Lo que finalmente incumpió.

Molesto y con razón porque su ego fue lastimado desde la víspera, pues con ingenio plausible, la muralla de acero fue utilizada como muro para colocar testimonios del abuso cometido contra el género, las muertes violentas que crecen y la nula atención que este fenómeno de violencia contra la mujeres le merecen al Presidente “totalmente Palacio” (de fierro), así como los mensajes luminosos que proyectaron contra el frontispicio de su residencia imperial con una leyenda que pesó gravemente en el ánimo de quien vive en otra realidad y lo estigmatizó ante el mundo: “México Feminicida”.

De esta forma, con nulo talento, sin remedio para quien pudo ser el más votado y hoy marcha pasos agigantados para ser el más repudiado, López Obrador ratificó con estos simbolismos aldeanos, nada patrióticos, el divorcio, la separación que su mal gobierno tiene y sostiene con los grupos que disienten, con quienes no están de acuerdo con sus lances y abusos autoritarios.

Esta vez, de nueva cuenta fueron las mujeres, como antes los empresarios, los abogados, los médicos, los trabajadores de la salud, los padres con hijos enfermos de cáncer, las madres trabajadoras que se quedaron sin apoyos ni dónde dejar a sus críos durante su jornada laboral, los científicos, deportistas de alto rendimiento, estudiantes de excelencia, investigadores, académicos y los que se acumulen en lo que se avecina.

Al paso que vamos, seguramente tendrá que cercar todos los rincones de la ciudad donde tiene sentados sus reales un presidencialismo machista, con tendencia imperialista. Más murallas, y hasta construir fosas a su alrededor para infectarlas de reptiles voraces y venenosos que den cuenta de todo aquel que quiera acercarse al tirano o alterar la paz de que goza con sus mascotas preferidas y aduladores, como única compañía.

Vale…