Impreso/Jorge Hidalgo Lugo

MORELIA, Mich., 3 de septiembre de 2020.-No se podía esperar más. Era un hecho y pecaríamos de ingenuos, si acaso pudimos suponer que habría un ejercicio de “honestidá” al dar cuenta de los resultados de su administración, en apego eso sí, a lo que tanto pregona y que le sigue redituando beneficios, cada vez en menos escala pero lo mantiene, de ser el único ser sobre suelo nacional que está alejado de tentaciones mundanas, latrocinios y corruptelas.

Así que al escuchar con atención el mensaje plagado de embustes y cifras alegres, no debimos llamarnos a engaño, mucho menos sentirnos defraudados. No se puede esperar nada de quien nada tiene y a quien mentir de manera sistemática, ya le deja secuelas de oprobio popular. Dañado de por vida con una megalomanía insultante a la inteligencia más endeble, que pudiera existir entre sus fanáticos y seguidores.

El segundo informe de Andrés Manuel López Obrador se encaminó al autoelogio, al culto a su deformada personalidad, pero sobre todo, a la obligación literal de aceptar sin réplica alguna, que lo ahí plasmado es la realidad y que quienes no lo ven así, deben ser desterrados del paraíso por él, en construcción.

Su lance de “no es para presumir, pero en el peor momento contamos con el mejor gobierno”, nos trajo a la mente otro episodio vergonzoso como cuando José López Portillo soltó con lágrimas en los ojos aquella mañana del 1 de septiembre de 1982, pidió perdón a los pobres por la “difícil situación”, y también anunció la nacionalización de la banca mexicana como su solución a la crisis:

“Es ahora o nunca. México no se ha acabado. ¡No nos volverán a saquear!”, expresó.

Entre una y otra expresión, no hay duda, sólo hubo un ganso de por medio.

En el tema de la crisis económica, se atrevió a colgarla como daño colateral de la pandemia, que sin dejar de tener visos de razón, ya se venía arrastrando desde el año pasado y que hoy se agudizó al extremo que en contraste a su rosario de mentiras, fue expuesto a la opinión pública con horas de anticipación por el secretario de Hacienda.

“La alegría ajena es nuestra propia dicha”, alardeó sin recato.

Pero antes de este incensario prendido por su mano mesiánica, ya Arturo Herrera, había alertado a los quisieron escuchar, en la grabación filtrada de su participación al reunirse con legisladores de Morena:
“Llegó el fin de los guardaditos” y vamos a enfrentar “la peor crisis desde 1932”.

Combate a la corrupción y transparencia total en el gobierno, otras de sus mentiras que quedaron al descubierto cuando no cita, ni por asomo, el destino que dio o dará, a los 90 MIL MILLONES DE PESOS que los legisladores de Morena y sus aliados –hoy en pleito de pulquería con el petista Noroña en el bando de los técnicos-, le autorizaron como “PARTIDA SECRETA” y manejar a su discrecional gusto, sin necesidad de redir cuentas al Congreso, mucho menos a los mexicanos.

Cantidad insultante, cuyo volumen, bien lo describió la columnista de El Universal, Ana Paola Ordorica, llenaría a tope dos tráileres con pacas de billetes de 500 pesos apiladas, en la caja de cada uno de éstos.

Recursos que indignan y mancillan cualquier intento de defensa, si se considera que niños enfermos de cáncer mueren por falta de medicamentos, de insumos para sus tratamientos en todo el país, no se diga los miles de personas que hoy dan la batalla por sobrevivir a la pandemia, ésa que le “vino como anillo al dedo” y que hoy no atina cómo contrarrestar los efectos negativos que deja a su paso, no sólo con los contagios del día a día, sino la pérdida de empleos y colapso económico que deja en estado de desastre a miles de micro y pequeños empresarios.

Dinero que tiene en sus bolsillos, aunque presuma que sólo carga un billete de 200 pesos para lo que pudiera ofrecerse, pero escamotea recursos a la investigación científica, al deporte, a la salud, a la educación, a la seguridad, al campo, a dotar de servicios a millones de mexicanos que siguen en espera de drenajes, agua potable y comida diaria en sus mesas.

Pero si fuera suficiente poco, tampoco informó de la cantidad inusitada de recursos públicos que ha aglutinado con recortes a partidas presupuestales de todo tipo. Agresiones disfrazadas de “austeridá” contra municipios, Estados y sus habitantes, sin importar el color o tendencia de sus respectivos gobiernos.

Más de 6 BILLONES DE PESOS para este año de pesadilla, donde lo que no se encuentra nunca es una obra para presumir a lo largo y ancho del territorio nacional. Sólo los proyectos emblema con que López Obrador cree pasar a los textos de historia como el mejor presidente de todos los tiempos, le mantienen ocupado, frenético y totalmente obsesionado.

No se toca un solo peso que afecte a las obras faraónicas del Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto Felipe Ángeles. Sin limitación alguna, van caminando y con ello presume que este año se recuperarán 150 mil empleos, si acaso un punto porcentual de los más de 5 millones que se han perdido en su etapa de “salvador de la patria mexicana”.

“Debo agregar que casi todos los países recurrieron a créditos y aumentaron sus deudas en porcentajes elevadísimos. En contraste, nosotros hemos enfrentado la pandemia y vamos a salir de la crisis económica sin contratar deuda externa adicional”, citó en su rosario de mentiras.

No dijo, porque no le conviene, que durante el primer semestre del 2020, la deuda total del país, tuvo un registro de 12.07 billones de pesos, con lo cual se ubicó en 52.1% del Producto Interno Bruto (PIB) anual.

Según el informe trimestral de finanzas públicas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público dicha cifra corresponde al cierre de junio y representa el monto más elevado desde el año 2000, el año más antiguo del que se tienen datos. En el mismo periodo del 2019, el registro fue de 10.51 billones de pesos, por lo que se experimentó un aumento de 1.51 billones de pesos, de acuerdo a publicaciones financieras plasmadas en medios nacionales.

Deuda que tampoco se conoce cuál fue su destino y que López Obrador intentó ignorar, pero mintió al asegurar que su gobierno no ha contraído estos compromisos, que por cierto, fueron lema de su campaña donde juró no iba nunca a contraer más deuda que los prianistas, esos mafioso del poder, que ahora forman parte de su equipo de colaboradores y allegados.

Embuste y malo para las cuentas, como para otros temas, al presumir “es un timbre de orgullo poder decir que ayudamos, por medio de los programas sociales a 23 MILLONES DE FAMILIAS”.

Porque si se toma en cuenta que en promedio hay 4 personas por familia, pues nada de qué preocuparse toda vez que al menos 92 MILLONES de los 127 MILLONES de habitantes que tiene el país, van en caballo de hacienda con las dádivas que les da la dictadura de ocurrencias. Aunque huelga decir que esto es insostenible y poco probable que pueda demostrarlo.

En resumen, nada qué se pueda ver con aliento y sí marcado pesar porque como lo proyecta el propio gobierno de mentiras, se nos viene encima la peor crisis económica desde 1932, pero eso no le preocupa a quien se cree, porque así lo dijo:

“México es un país, sin duda, con porvenir y un ejemplo mundial de cómo hacer realidad el progreso con justicia”.

Allá los que quieran creer en sus falacias…

¡Cómo me dueles, México!