Impreso/Jorge Hidalgo Lugo

 

MORELIA Mich., 30 de julio de 2020.-Un país destinado al fracaso y un presidente incapaz, pero autoritario, obcecado y lleno de odio, es lo que se sufre hoy en México.

Insensible e inmutable ante el dolor humano, su única ocupación y quizá hasta preocupación, es robarse los comicios del año que entra. Al costo de lo que sea y con el dinero que atesora producto de recortes presupuestales y castigo financiero que hoy sufren estados y municipios, pero los mexicanos en general como los niños con cáncer que mueren por falta de medicamentos.

Nada mueve de su afán al autócrata que también se da el lujo de “tirar línea” y ordenar lo que deben y no preguntar en su espectáculo mañanero, como fue el caso del circo montado ahora en el hangar presidencial.

Andrés Manuel López Obrador hace caso omiso de los reclamos que brotan por todas partes y en todos los estratos. Tiene en las manos el garrote vil con qué intimidar a “opositores” y la ley bajo el sobaco, para mal utilizarla a su antojo inventando cargos y fabricando delincuentes.

En esa prospectiva, poco interesa si hay damnificados por desastres naturales como los que dejó a su paso Hanna en el noroeste del país.

Nada le inquieta a su actuar arrogante y de sobrada prepotencia que crezca la cifra de víctimas mortales a causa de la pandemia que ni domada, ni controlada y mucho menos, en vías de extinción.

Tampoco le quita el sueño que padres de niños enfermos de cáncer salgan a las calles y se manifiesten por el desabasto de insumos médicos para atender esta enfermedad, como si se tratara de una clase a la que se debe menospreciar y hacer de lado. Tal parece que los quiere muertos lo antes posible.

Al tabasqueño las críticas por su servilismo ante el señor “Trún” quien hoy se refocila de haber construido el muro porque así evitó, dijo, que el Coronavirus se les metiera por la frontera con México. Esto apenas horas después de haber servido de matraquero oficioso en la ignominiosa gira cuyos aplaudidores oficiosos y propagandistas a sueldo pretendieron vender como ejemplo de un “gran estadista”.

Su egocentrismo y esa obsesión por sentirse el dueño de la verdad absoluta, también le hace ver como “normal” que los actos de latrocinio y corruptelas que hoy realizan cercanos colaboradores de la dictadura de ocurrencias, sean bien vistas, aplaudidas y hasta alentadas.

Por eso sus arrebatos verbales para exonerar desde su púlpito a impresentables como Ana Gabriel Guevara, Manuel Bartlett Días y su hijo, John M. Ackerman y su cónyuge Irma Eréndira Sandoval, Arturo Durazo, Dolores Padierna, René Bejarano y demás depredadores que ruborizarían a cualquier ejemplar de la fauna nociva sobre la tierra.

Y aun cuando sabe que física y mentalmente, es por demás complicado y casi imposible trascender el sexenio, en su horizonte prevalece el capricho de sentar los cimientos de una dictadura perfecta que continúe la labor devastadora que hoy causa serios estragos en el país y cuyas consecuencias fatales están aún por venir con mayor impacto social.

Ante esta panorámica, la prospectiva del ídolo de piedra en que está convertido para sus feligreses y no pocos acomodaticios, es ir por los 300 distritos electorales que estarán en disputa para contar con un Congreso de la Unión servil, entreguista, traidor a la patria, como el actual y así terminar de enterrar libertades y cualquier asomo de democracia que pudiera sobrevivir.

Esto lo pulsan desde ahora los capitales nacionales y extranjeros, salvo raras excepciones, que comienzan a cancelar inversiones y llevan su dinero a otros sitios donde no sean objeto de robos de Estado ni expropiaciones arbitrarias como acontece con los modelos comunistoides.

Y los opositores, a los que tiene estrangulados, asidos de las amígdalas, sólo alcanzan a balbucear tibios discursos en contra de los excesos de poder que marcan la huella dejada por el falso redentor y sus funcionarios que sólo sirven de adorno, como floreros, ornamentos de lujo, que están ahí disfrutando las mieles y el placer de ser parte de la deformación de cuarta.

Distante la formación de un bloque opositor serio, compacto, a prueba de ataques mediáticos y que pasen la prueba de ácido, cuando de abrir expedientes y ventilar pasados mediatos o lejanos, se requiera.

Mientras tanto la sociedad civil, la clase media sigue en su afán de salir a manifestarse en abierto e inocultable repudio que siente, en las marchas que comienzan a cobrar visos de recurrencia hasta en tanto les sea permitido y llegue la represión que las extinga, ya sea con fuerzas policiacas, castrenses o de golpeadores profesionales al servicio del régimen autoritario.

Bajo este escenario, resulta grotesco y de una infamia sin precedentes, que actores políticos de los “moralmente derrotados” partidos opositores saquen la cabeza, alcen la mano, eleven la voz y digan tener facultades o méritos suficientes para ir por tal o cual nominación en disputa.

Juega así López Obrador al gato y al ratón, dará el zarpazo en el momento adecuado si es que la gran masa de inconformes y temerosos de la dictadura en ciernes, no encuentra otra forma de hacer que reaccionen quienes deben hacerlo y surjan los liderazgos que den certeza de poder enfrentar al tirano con posibilidades de éxito.

Lo contrario sólo será parte del circo diseñado por López Obrador y sus ideólogos, maestros del desastre, para que no sólo arrolle en el 2021 sino que en el siguiente año, alcance la revalidación a su cargo y dejar demostrado que ahora México es suyo por derecho divino.

Nada más, pero nada menos…

Vale…