Impreso/Jorge Hidalgo Lugo
MORELIA Mich., 5 de julio de 2020.-La posibilidad de perder los comicios del próximo año y con ello dejar de contar con una diputación federal a modo, domesticada y bajo su yugo, tienen a Andrés Manuel López Obrador preocupado y por ello, su determinación de dejar de lado los temas que incomodan y le pegan en su ego al caer de forma estrepitosa en las preferencias, según los sondeos que semana a semana realizan diversas casas encuestadoras.
Temas como la salud de los mexicanos que se ven afectados por la pandemia y el número creciente de muertos que se acumulan sin un atisbo siquiera de llegar a su fin, salieron de la agenda presidencial y ya ni los oaxaqueños afectados por el temblor que también suma decenas de difuntos y pérdidas materiales, le merecen un poco de su atención.
Nada distrae del objetivo que ahora marca el rumbo del ganso, cuyo paso cansado es también cada vez más evidente.
Salir de gira y darse baños de pueblo, ya no le están siendo tan favorables pues cada vez encuentra mayores muestras de repudio por parte de todos esos afectados con los atropellos que se dictan desde Palacio Nacional.
Todos los sectores que tienen agravios por diferentes motivos, son estimulados por centenares de mexicanos que por la pandemia, han perdido por igual su empleo, entrado en crisis económica sin salida y perdido el patrimonio formado durante años de trabajo, ante la indiferencia y socarronería con que ha asumido esta situación desde el circo mañanero.
Por eso ahora que las luces ámbar se han encendido, recrudece la estrategia de polarizar, sembrar odio y provocar que haya pleitos irreconciliables entre mexicanos. El llamado a que se formen en cada lado de la acera que corresponda, los que están con el proyecto y quienes lo rechazan, es un lance estratégico para hacer válida la premisa de “divide y vencerás”.
Aún con una disminución que registra al cierre de este despacho con 46 por ciento de respaldo social, López Obrador cree tener los votos suficientes para salir a flote en los comicios del año entrante.
Calculan en su cuarto de guerra, que el 54 por ciento restante se fragmentarán entre las opciones que aparezcan en las boletas y por eso, también al estilo del rancio PRI, insistirá en que se sostenga el clientelismo electoral a través de las dádivas oficiales, mientras que los otros se repartan los sufragios y en aritmética simple, no haya partido alguno que por sí, pueda competir o mejor aún, aspire a ganar con la marca que se presenten ya sea PRI, PAN, PRD o Movimiento Ciudadano.
De esta forma, lo que López Obrador busca es que su voto duro, aún con el gran déficit que representa caer de 82 a 46 por ciento en las preferencias tan sólo en lo que va del 2020, no se deteriore más.
Por eso la gran apuesta para acuchillar, sacrificar todo cuanto sea necesario en materia de organismos públicos o ciudadanizados, fideicomisos y hasta quedarse con los fondos de ahorro para el retiro de los trabajadores, con tal de sumar en la registradora recursos multimillonarios para comprar conciencias y con los pobres, incluso los que él ahora genera por sus yerros, tener la base que saquen a flote la elección en puerta.
Para ello también, tiene infiltrados trabajando en desarticular cualquier posible alianza opositora que de salida a los crecientes reclamos sociales que se patentizan no sólo en las redes sociales, sino en todas las tribunas al alcance.
No por nada se dio a la tarea de cobrar impuestos en busca de inhibir el uso de plataformas digitales donde se potencializan mensajes contra se pésimo (des)gobierno.
Lo que ahora falta ver es si los líderes de los partidos tradicionales le ponen precio a su simulación, cobran altos dividendos por traicionar a sus huestes y juegan el juego del tirano que pretende acallar cualquier insurrección que pueda surgir en México.
Debemos ver con recelo entonces lo que dice y hace Marko Cortés en el PAN, Dante Delgado en Movimiento Ciudadano, Alejandro Moreno en el PRI y lo que queda de órganos de dirección nacional en el PRD, pues en su conjunto y apoyados por la creciente sociedad inconforme y temerosa del modelo comunistoide que se cierne sobre el país, estaría dispuesta a apoyar al bloque opositor y cerrar el paso así a la dictadura perfecta que buscan imponer López Obrador y sus aliados.
En resumen, la oposición “moralmente derrotada” como se festina cada que le pega la gana el bufón, está tentada a jugar el juego que le marquen desde Palacio Nacional, simular un ejercicio democrático y apuñalar los deseos de millones de mexicanos que sin militancia partidista, puedan ser embaucados en el simulacro de competencia, sin competir a fondo.
La clase política tradicional estará a prueba y su riesgo de extinción irá en aumento en la medida que se preste a caer en la trampa perversa ya tendida. Porque difícilmente la clase media amenazada y perseguida por López Obrador, será doblegada en su intento por cerrar el paso a la dictadura de ocurrencias.
En todo caso lo que puede y debe surgir es un gran movimiento social de tal magnitud que sean los “opositores” y sus liderazgos quienes busquen cobijo en sus entrañas y no a la inversa.
Tiempos de definiciones se aproximan y como nunca, el traidor a México estará apestado por generaciones y el desprecio será mayor a los millones de pesos en que pueda tasar su “ayuda” al proyecto con que busca terminar de destruir las libertades en el país, el gran solitario de Palacio Nacional en que parece estar convertido, por sus ínfulas de dictador, Andrés Manuel López Obrador.
Y como dicen los creyentes, yo me sumo, en estas condiciones… ¡que Dios nos agarre confesados!